domingo, 21 de febrero de 2016

Una boda sencilla

No nos engañemos, las bodas sencillas no existen. Lejanos quedan ya los días en los que el ardiente joven raptaba a caballo a su suspirante amada y les casaba un bondadoso fraile en una recogida ermita.

Me confesaba hace poco un amigo lo mucho que le gustaría celebrar su boda con una barbacoa con sus amigos. Creo que no lo decía en serio (más le vale por su novia), simplemente estaba agotado de los interminables preparativos para el gran día. Y es que probablemente disfrutan más los invitados de la celebración que los propios novios.

Yo suelo guardar las invitaciones a las bodas de mis amigos. Intento apreciar el color del sobre y la caligrafía. Recojo unos cuantos folios con la música de la misa pues me apena que se queden abandonados en los bancos. Pongo interés en los centros florales (éstos me da más vergüenza quedármelos). Disfruto lo que puedo con el menú e intento amortizar la barra libre, pero creo que mi esfuerzo es solo una gota de agua en el océano de la inversión que han tenido que hacer los contrayentes.

Mi querido amigo: haremos una barbacoa pero no el día de tu boda. Afortunadamente la sociedad no ha evolucionado tanto como para llegar a esos extremos. Brindaré por vuestra felicidad, y puedes estar seguro que todos agradeceremos vuestro océano y nos esforzaremos por ser gotas de agua ese gran día.

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